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Lovelock by Claudia

Si hay algo que me gusta desde que cumplí cierta edad es el mundo de la decoración. Aunque, sin duda, es una pasión heredada. Mi abuela, tías, y ahora también primas han heredado el placer por vestir interiores y exteriores -cada una a su gusto, claro está-. 
Yo, que las he mirado siempre desde abajo, hacía lo que podía con mi habitación. Movía y cambiaba los muebles de la misma de todas las formas posibles hasta dar con una nueva combinación, y los volvía a remover cuando me cansaba de ellos, afición que crispaba -y todavía crispa- a mis padres. 
A día de hoy, hay muchas cosas que cambiaría de mi cuarto, pero como 1. no tengo el presupuesto que necesito para reformar todo lo que no me gusta y 2. es mi casa, vale, pero sobre todo la de mis padres, no puedo poner patas arribas la vida de mi familia por mis idas y venidas de olla, pues hago microcambios, como los llamo yo, para tener entretenidas mente y manos.
Hace un mes, aproximadamente, pinté -yo solita- mi habitación y algunos muebles. Elegí un color gris perla para las paredes y un blanco antiguo con efecto tiza para los muebles. Et voilà. Habitación casi nueva -o al menos algo renovada-.
Como culo inquieto que soy, siempre estoy buscando cosas que hacer y transformar, y para ello busco imágenes, inspiración o me pierdo por tiendas de decoración -si queréis, os puedo hacer una lista con mis favoritas- así que había pensado que sería una buena idea traer al blog algunas fotos de mi dormitorio -ya que por ahora es la única estancia de la casa sobre la que poseo poder de decisión- así como de otras habitaciones que me inspiran y que guardo en carpetas que mi prima Ele -quien me ha dado la idea para hacer este post- se encarga de alimentar vía Whatsapp.

Espero que os guste, os inspire o entretenga. Podéis dejar ideas en los comentarios para nuevos posts.

¡Nos leemos muy pronto!


Letra luminosa de Zara Home, cuadro con mensaje de Miss Wood Bcn, cojines de Primark y colgante de mariposas que compré en una tiendecita deco en Covent Garden.
Cuadro con mariposas DIY, lámina "use your brain" que me regaló Laura, de Rhythms of love, bus que compré en Londres y en el que guardo mis pintauñas favoritos, cactus y velas de vainilla (¡imprescindibles!)
Los accesorios en color oro rosa son mis nuevos favoritos.





 
Quiero decorar mi habitación con luces y polaroids... ¡Ya!


       LOV                 

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O no doy señales de vida en ocho meses o me pican las manos si no las repiqueteo contra mi teclado rosa.
No sé el ritmo con el que escribiré aquí, ni exactamente sobre qué, pero lo que si sé es que cuando tenga ganas de hacerlo, no me voy a cortar.
No voy a dejar de escribir sobre outfits y belleza, porque son temas que no han dejado de gustarme ni interesarme, pero este es mi diario, así que tengo que serle fiel a mi cabeza y representar las ideas -quizás no tan superficiales- que también rondan por ella.

Y hoy, veréis, no sé ni por dónde empezar.

Uno, dos y tres. Vamos a ello.


Soy insegura. Mucho. No sé desde cuando, no lo recuerdo bien, pero es algo que no me gusta nada. Antes no lo era y me hace sentir verdaderamente mal muchas veces.

Hay días en los que no me apetece salir a la calle porque pienso que no soy lo suficientemente buena para hacerlo.

Releo la frase y veo lo estúpida, rara y a la vez dolorosa que me parece. Pero es la verdad. ¿Y tú estás estudiando psicología? -frase que escucho más de lo que debería y me repatea hasta un nivel inimaginable-. Pues sí.

No echo la culpa a nadie de este problema más que a mí misma. Nunca nadie me ha hecho sentir en mi vida ni una décima parte de lo mal que me he hecho sentir yo a mí misma. Al contrario que yo, la gente que me rodea me hace sentir bien, a gusto con Claudia. No es que necesite la aprobación de nadie, ni los cumplidos, ni la valoración de nadie para sentirme bien. Más bien al contrario, lo que piensan los demás de mí me importa bastante poco. Y hay veces que incluso me molesta que el resto me valore, porque suele ser tan contrario a lo que yo misma pienso sobre mí que se crea una disonancia en mi cabeza que hace que, literalmente, explote.

Quiero dejar claro que no estoy acomplejada, ni mucho menos. Me gusta mi físico  y me siento bien con él -unas veces más, otras menos, pero como todo el mundo-. Es algo que va más allá.
Creo que el problema radica en mi naturaleza perfeccionista. Desde que tengo uso de conciencia, siempre he querido más. Más y mejor. Nunca me he conformado con lo que hacía. Y eso no es exclusivamente malo, también tiene su lado bueno, sí. Porque gracias a ese vicio mejorista he conseguido muchas de las cosas que me he propuesto. Pero también hace que nunca sea feliz del todo.

Cuando era pequeña, mi mayor "vicio" eran las notas. Mi objetivo nunca ha sido convertirme en la mejor de la clase, ni la mejor en nada. Mi madre siempre ha sido muy sincera conmigo -Claudia, por muy buena que seas en algo, siempre va a haber alguien que haga las cosas mejor que tú- y le agradezco tan sabias palabras porque, de no inculcármelas, la hostia al crecer habría sido todavía mayor.

El problema siempre ha sido que mi objetivo ha sido ser la mejor para mí misma, y eso es lo difícil. Si no eres lo suficientemente buena para ti nunca crees que lo eres para los demás.

A dónde quiero llegar con todo esto.

Actualmente son miles de cosas las que me hacen sentir insegura. Físicas y comportamentales. Y cada día nuevas. El problema aparece cuando se convierten en un bucle que te impide estar feliz, salir a la calle o ser simpática. A veces tengo ganas de gritarle al mundo que no, ni soy vergonzosa, ni antipática -un poco rarita si, lo reconozco y no me averguenzo- simplemente, de vez en cuando, afloran mis inseguridades.

Supongo que todo el mundo se siente inseguro a veces. A mí, a pesar de que cuando me pasa, de lo último que tengo ganas es de ver a alguien, lo que mejor me viene es justamente eso. Salir a la calle, quedar con alguien. Y hablar. Disfrutar. Reír. Salir de fiesta. Y desvariar y arreglar el mundo pero dejarlo más o menos como está. Y darme cuenta de que todos, TODOS tenemos miedos, y de que nadie ha nacido para ser perfecto.

Le doy al botón de publicar por si puede ayudar a alguien a sentirse mejor. Comprendido, quizás, aunque sea por un instante. Yo me doy por satisfecha.

Día a día hago frente a mis inseguridades, y creo que algún día les ganaré la batalla, aunque no sea al completo, pero estoy cerca de ello.

Cada vez que me sienta un poco triste haré click en esta entrada, como lo he hecho otras veces con otras, reeleré estas palabras y me sentiré un poco mejor con quien las escribe, de eso estoy segura.

Espero que os haya servido personalmente o hecho pensar, en vosotros mismos o la persona que tenéis al lado. Entender la vida desde el punto de vista del otro. No porque una persona tenga unas cualidades ha de sentirse segura o feliz, y a la inversa. Hay personas que no tienen nada y realmente lo tienen todo.


                                                                                                         LOV


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Creo, antes si quiera de empezar a escribir, que esta publicación se va a convertir en una especie de declaración de intenciones a mí misma.


Como todo -o casi todo- en esta vida, las personas evolucionamos, aprendemos, o, simplemente, el tiempo nos obliga a crecer. En los últimos meses -al escribir esto me siento como una viejecita de 90- he cambiado. Sigo siendo la misma Claudia de siempre pero algo distinta. Sinceramente, me siento distinta. Entre otras cosas, algunos de mis gustos, intereses o aficiones se han transformado. Esto no quiere decir que los antiguos hayan desaparecido, sino que se han desarrollado hasta encajar un poco mejor en mis esquinas y engranajes (aunque no creáis que la cosa se queda ahí, porque es complicado que mis mecanismos se acoplen del todo).

Seguramente os estaréis preguntando qué hago escribiendo esto, o, mejor dicho, qué hago AHORA escribiendo esto AQUÍ, después de tantos meses de olvido. Si os soy sincera, soy una moñas -aunque casi siempre vaya de dura- y, en estos ocho meses, para ser exactos, de vez en cuando volvía a clickar para cotillearme a mí misma, leer mi pasado y ver como esa Claudia de 15 años que decidió abrir sin consultar a nadie una página en internet iba creciendo haciendo algo que le gustaba y que, al parecer, a alguien más le gustaba también. Ese diario 2.0 que Claudia -ya cumplidos los 20- dejó de escribir hace precisamente ocho meses. Hasta que un día -hoy para ser exactos- la masoca que llevo dentro ha dicho que eso no había acabado. Aunque, a decir verdad, nunca he sentido que había dejado nada. Llegó un punto en el que no me sentía identificada con lo que hacía y llevaba demasiado de lo que podía encima, y las obligaciones no me gustan, nunca lo hicieron. Les cojo manía y eso es exactamente lo último que quiero. A veces hay que soltar el vaso.

No hago esto por nadie, sino por mí misma, porque no sabéis el subidón que da el ver y leer a tu yo del pasado. Porque solo tú misma sabes cómo estabas por dentro el día que escribiste esas cuatro líneas cutres o ese texto de veinte párrafos. Y nada reconforta más que saber de primera mano que superaste aquel día de mierda (aunque aquella tarde escribieses las palabras más motivadoras) o el por qué recuerdas ese viaje de una manera especial y que nadie más que tú misma lo sepa. La magia de las palabras.

Supongo que nos gusta ser conscientes del cambio, de nuestro particular cambio. Repasar tus logros motiva (y si no, haced la prueba y escribir un diario. Apuntad y tachad cosas en una agenda. Es adictivo).

No quiero ser blogger, ni ninguna otra etiqueta. Quiero ser Claudia. Y escribir acerca del último libro que acabo de devorar y me ha hecho saber apreciar la rutina, la última peli que vi aquel día y que, desde aquel día, hace que llore con la mayoría de películas, la lista de reproducción que siempre me pongo cuando estoy de bajón y me hace sentir la pera de Alpera, las calas donde el agua está más azul y que nadie conoce o la pastelería que nos provoca -a mi barriguita y a mí- una hiperglucemia con solo oler los dulces desde su puerta, para, dentro de un año, volver a leerlo y revivir lo que me hizo sentir por fuera y por dentro. Cada detalle, cada momento, cada persona.

Quiero escribir como y cuando me apetezca, aunque no me vaya a leer nadie, y volver a ponerme roja (especialidad de la casa) cuando alguien me dice que lo ha hecho. Soy una afortunada que decidió abrirse hace nada más y nada menos que 6 años otro diario, uno público, gracias al cual ha hecho cosas guays y conocido a gente genial, y no quiero que eso pare, al menos por ahora.

Porque así es Claudia.

Y qué queréis que os diga

aunque sea más de verano

echaba de menos el invierno

y a esta parte de mí misma

Nos leemos pronto (no sabéis las ganas que tenía de volver a teclear esto).


LOV


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